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Postal Peruana

Una de las maravillas del mundo

Viajar es el gran amor de mi vida. Desde pequeña siempre me gustaba irme de viaje con mi familia. Aprendí a aprovechar cualquier oportunidad para irme. Así me pasó con Perú.


Sin determinar que quería hacer este viaje en 2018, surgió la gran oportunidad de visitar una de las siete maravillas del mundo: Machupichu.




Más allá de mis deseos por viajar, también tengo una vida que mantener. Estudio y trabajo, por lo que la decisión de irme dependía de varias consideraciones.



Respecto a las condiciones de la universidad, solo debía respetar el límite de faltas para no reprobar las materias y salvar el cuatrimestre (cada cuatro meses tengo un ciclo escolar, por lo tanto casi no tengo vacaciones). Y, por otra parte, el permiso en mi trabajo.



Para no atrasarme con los pendientes, me di la tarea de llenarme de toda la energía posible para acabar con ellos antes de emprender mi viaje. Y lo logré.



Así que me subí al avión desconectándome completamente de mis responsabilidades en México, para conectarme con toda esta experiencia.



Viajar para conocer


Una vez escuché que cuando viajas con un grupo de personas, llegas a conocerlos más de cerca, y sí que es cierto.

Pero, también te conoces a tí misma (o).


Descubres en qué quieres invertir tu tiempo y dinero (evidentemente).

Cuando reflexionas sobre el tiempo del que dispones para disfrutar de un lugar, exploras hasta el rincón más lejano con tal de saber y experimentar lo que ese lugar te quiere transmitir.


Comencé este viaje con la ansiedad de no perder ningún vuelo, para no retrasar el itinerario planeado.


Antes de abordar en la Ciudad de México, un grupo de señoras llegaron a la misma puerta. Después de unas cuantas palabras cruzadas, subimos al avión y el lugar de una de ellas era junto a mí. Durante todo el vuelo no hablamos nada, pero justo unas horas antes de aterrizar surgió la conversación y descubrí muchas cosas que desconocía de la religión judía, misma que era su creencia.


Detrás de un rostro hay una historia. Buena o mala, pero resulta fascinante conocer a la gente con la que convives, aunque sea por unas horas.


CUSCO

Se encuentra al sureste de Perú, bautizado como capital histórica del país. Esta ciudad es lo más cercano a las maravillas del Perú. Si tienes planeado conocer este lugar, prepárate con el clima. En caso de ir a mitad de año (junio-julio), el frío es intenso.


Bandera

Resulta que lo que identifica a esta ciudad es una bandera multicolor. Esto se debe a que en 1973, se colocó como estandarte simbolizando el extinguido imperio de los incas. Años después, autoridades del Cusco, la nombraron auténtica bandera del Tahuantinsuyo.

Aventura madrugadora


Laguna Humantay


Comenzar el día en Cusco, es comenzarlo a las 3 am.


Los itinerarios de los paseos comenzaban a esas horas ya que los ​trayectos para cada destino turístico, son largos, pero ¿quién en su sano juicio no se levantaría a las 3 am (o antes) para desayunar en las montañas con una vista así?


Aunque moría de frío, estaba soñando despierta. No hay mejor sensación que estar parada en un lugar que no puedes creer y solo disfrutarlo.

Después de desayunar, seguimos la ruta alrededor de una hora y media para llegar al primer campamento, en donde la van en la que íbamos se quedaba para que nosotros pudiéramos continuar con el trayecto. Tras recorrer varias horas, llegamos a Laguna Humantay. Es irreal. Vale toda la pena el cansancio.


Machupicchu

El día esperado llegó. Comenzamos el día a las 3 am, llegamos a la estación de trenes a las 5 am, para llegar a Aguascalientes (ciudad situada en el valle del río Urabamba, al sudeste de Perú) y de ahí, tomar un bus que nos llevaría a Machupicchu.

Lima

Después de nuestro maravilloso paseo a Cusco, pasamos unos días en Lima, capital de Perú. El ceviche más delicioso que he probado en toda mi vida, lo conocí ahí.

Regresar a tu país de origen es complicado cuando vives increíbles experiencias. Nunca quieres que se terminen. Sin embargo, lo único con lo que te puedes reconfortar es que siempre puedes volver.


O la otra opción es seguir conociendo más de lo que te gusta: viajar.



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